¿Sabías que las mujeres antiguas se apartaban del clan o
tribu durante la luna llena para poder vivenciar en calma su menstruación?
Así es. Todas
menstruaban juntas en Luna Llena. El organismo femenino, regido por las fases
de la luna, llega a su plenitud junto con la Luna que se ha llenado
completamente, y por esa plenitud, se desborda, se rebasa la “copa”, y riega su
energía en la tierra, la sangre menstrual.
¿Por qué se apartaban de los hombres?
Para poder escuchar su propio cuerpo y sentir las vibraciones
de la luna en él, inmersas en la calma de la comunidad femenina, a través del
silencio, del canto y de movimientos corporales sincronizados por rituales
ancestrales, guardados y enseñados por las ancianas.
Las mujeres necesitamos calma durante nuestro período
menstrual, para escuchar y sentir las finas vibraciones que se manifiestan
físicamente no sólo en nuestro útero, sino en todo nuestro cuerpo.
¿Por qué muchas de las mujeres de hoy en día no menstruamos
en luna llena?
La respuesta es una historia muy larga. Podemos decir aquí, sucintamente, que hemos
perdido nuestro ritmo natural por muchísimos motivos, algunos modificables (ritmo
de vida cotidiana, alimentación, relaciones interpersonales, trabajo, etc.) y
otros inmodificables (el ciclo cósmico generó que la fuerza del sol superara a
la fuerza de la luna en su influencia sobre la Tierra).
Sin embargo, la experiencia de muchas mujeres que no menstrúan
en luna llena es que suelen hacerlo al mismo tiempo que sus amigas o sus
compañeras de trabajo. Es una forma de
mantener el vínculo de “clan femenino”.
Una tarea muy necesaria es recuperar la sensación de nuestro
útero y, al escucharlo, poder seguir nuestro propio ritmo en nuestras acciones,
recuperando así uno de los mecanismos femeninos: la intuición gobernada por la
sensación en la matriz.
¿Por qué muchas mujeres sufrimos dolores e incomodidad
durante nuestro período? ¿Por qué para algunas el período es extenso y para
otras es corto?
Las respuestas requieren mucho detalle y ver los casos
particulares. Sin embargo, podemos
entender algunas cuestiones generales.
Nuestra sangre menstrual, sangre sagrada de mujer, es nuestra
propia energía. Cuanta más sangre sale de nuestro cuerpo, más energía perdemos
y por ello nos sentimos débiles. Cuanto más alejadas estamos de nosotras
mismas, de nuestro ritmo personal y de un buen cuidado de todo nuestro cuerpo,
más lo sintomatizan el útero y los ovarios.
Las Hermanas Inmortales Taoístas nos legaron poemas en los
que hablan de “detener al Dragón Rojo”, es decir, impedir que escape la sangre,
nuestra energía, de nuestro cuerpo. Para
ello empleaban técnicas especiales para la matriz. La
sangre no se pone “fea” dentro del útero, todo lo contrario: se reabsorbe la
energía que nos vitaliza. Aunque, de
todos modos, es un camino de práctica continua.
Las Mujeres Indígenas, en América, en el Templo de la Luna,
en el lago Titicaca, aprendían posturas y movimientos con el cuerpo, para poder
absorber la energía de la Madre Tierra y de la Luna, para ordenar su ciclo
femenino. Mujeres llenas, que desde
pequeñas, a partir de cada septenio de su vida, recibían instrucciones específicas
para entrenar su cuerpo.
Y si sumamos los estudios científicos de la genética, en los
cuales se demuestra la presencia de la herencia en los genes, y por tanto en la
sangre, es en ella que cargamos con las emociones y enfermedades que cargaron
nuestros predecesores, tanto mujeres como hombres. Los mecanismos de sanación psicológica o del
alma de la familia a través de la colaboración de terapeutas especializados y
de constelaciones familiares o constelaciones del espíritu (que dicho sea de
paso, provienen de conocimientos ancestrales africanos explicados y difundidos
por el europeo Bert Hellinger), o a través de bio-decodificaciones (o con
el nombre que las nuevas corrientes lo quieran llamar), se hacen necesarios
para destrabar bloqueos implantados en el cuerpo femenino, presentes incluso
desde la adolescencia.
Continuaremos en otro post. Si quieres seguir leyendo sobre estos temas, te invito a suscribirte o seguir este Blog.
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¡¡Buena Vida!!
Alejandra Lucía Rotf
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