Nada es
constante en la vida.
No por nada
existe un Libro como el I Ching, el Libro de los Cambios, que nos permite
reconocer las 64 formas de energías y sus combinaciones existentes en nuestro espacio.
La vida se
encuentra en constante dinamismo. Los
cambios son lo permanente, por lo que la totalidad de las cosas se torna impermanente.
En muchos
aspectos del vivir uno quisiera que permanecieran para siempre: el amor, la
familia, una relación, la salud, la tranquilidad…
Pero a cada
paso que damos encontramos una leve modificación y, en ocasiones, momentos
puntuales que ponen patas para arriba nuestra vida, generando nuevos inicios.
El deseo de
permanencia es lo que nos “obliga” a rechazar los cambios. No queremos que las cosas cambien. Y perdemos la armonía interna a causa de
ello.
Pero si
objeto deseado para su permanencia fuera un valor inconmensurable como el amor…
¿por qué la modificación de condiciones en relación a este aspecto nos hace
perder nuestro eje?
Quizá porque
el tono de nuestro ser está puesto no en el amor, sino… en el deseo. Y lo mismo con otras cuestiones.
En
definitiva, el deseo, cuya característica esencial como emoción es tener una
baja frecuencia, tiñe nuestra energía interna, “contaminando” aquello a lo que
aspiramos… aunque más bien “contamina” nuestra interioridad, impidiendo
alcanzar eso que consideramos valioso.
El deseo es
lo que nos impide dar el siguiente paso, aceptar, dejar ir, adaptarnos a los
cambios o evolucionar con ellos. El
deseo nos retiene en la porfía y el estancamiento. Lo cual nos genera diversos tipos de
emociones aledañas: tristeza, angustia, depresión… o enojo, ira, despecho… Se podría agregar una inmensa lista de
cualidades de baja frecuencia.
¿Cómo dar el
“salto” a lo nuevo cuando aparece el cambio?
Seguramente
tendrás tus respuestas. Y es importante
compartirlas, para hacerlas conscientes para sí mismo y para ayudar a otros a
hacer su camino de concientización.
Lo que yo
considero importante, entre muchos mecanismos, son las tareas siguientes:
+ Entrenarse
diariamente en aceptar los pequeños cambios cotidianos, sobre todo cuando
aparecen sin nuestra búsqueda ni gusto ni querer.
+ Entrenarse
en abrirse a lo nuevo…
+
Reflexionar, meditar, analizar… sobre todo analizar las situaciones que nos
descolocan. Analizar implica:
Ø “poner sobre la mesa” el asunto,
Ø sopesar lo positivo y lo negativo,
Ø recordar lo anterior y vislumbrar lo
posterior o las posibilidades,
Ø descubrir o más bien destapar
nuestros ocultos deseos (para que pierdan fuerza sobre nuestra emocionalidad).
+ Escribir
lo que nos pasa… lo que queremos… lo que sentimos… En el proceso de escritura, incluso sin
reflexión previa, se aclaran cuestiones casi mágicamente.
+ Si no logras reflexionar o escribir sola... acudir al I Ching te puede ayudar a ver qué energías se están moviendo en esta situacíón... Te permite despegarte del suceso para verlo desde otro ángulo.
+
Esperar. O dejar pasar el tiempo. Cuando pasan unos minutos o unas horas o días,
la carga emocional que tenía el cambio que apareció repentino y no querido
pierde su fuerza sobre nuestra emocionalidad.
Entonces se vuelve más fácil lidiar con la situación.
Alejandra
Lucía Rotf
Practicante
Taoísta
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