Una mujer llena necesita poco menos que nada. La quietud es su trono. El silencio es su majestad. Su calma es su autoridad. La belleza aflora desde adentro y como manantial se derrama en su exterior. Su piel se vuelve suave. Sus ojos observan con bondad. Sus labios esbozan una simple sonrisa. Sus oídos escuchan más allá. Nada la perturba. Sin prisa es su andar. Su ritmo, el de la luna. Su amor es su pan. Alejandra Lucía Rotf